miércoles, 22 de abril de 2015

El nacimiento del teatro


De un grupo de turbulentos simpatizantes del culto de Dionisos -dios del vino en la antigua Grecia- nacieron las primeras manifestaciones teatrales, limitadas al principio a desordenados y ruidosos cortejos, a gesticulaciones, a danzas desenfrenadas y a canciones y recitados de subido tono. Pero la fecunda imaginación de aquel pueblo elegido logró introducir nuevos personajes a esas estrepitosas ceremonias, dando así lugar a la aparición del actor y, con él, el nacimiento del teatro.

Un Dios alegre y bien relacionado

Dionisos (hijo de Zeus y de Semele, según la mitología) tuvo a las ninfas por nodrizas y vivió en valles de lujuriosa vegetación en compañía de su preceptor Sileno, quien poseía el don de la profecía, de las frenéticas Ménades (Bacantes para los latinos), que correteaban en torno del joven dios, y de Sátiros flautistas. Un día, Dionisos gustó de un fruto salvaje y sintió por vez primera los efectos de la embriaguez ; tanta fue su alegría y el desborde de su locuacidad, que todos cuantos lo rodeaban lo imitaron. Desde entonces, las plantas que daban esos frutos fueron cultivadas con esmero y sus racimos aplastados en medio de cantos y danzas.





La explicación del mito de Dionisos 

Este mito es muy fácil de ser interpretado, pues el nacimiento, la juventud y la madurez del dios son el nacimiento, la juventud y la madurez de la vid. Las ninfas representaban la humedad de la tierra, los valles exuberantes, los fértiles terrenos que necesita la vid para su desarrollo, y la desusada alegría de Dionisos, el delirio de la embriaguez. Precisamente por esta última característica, este dios pagano adquirió extraordinario popularidad y fue honrado con fiestas muy comparables al carnaval de los tiempos modernos.
Los simpatizantes de Dionisos se reunían cuatro veces por año ante el altar del dios, y a la luz de las antorchas y animados por música de flautas sacrificaban y devoraban un macho cabrío, lo que les producía una especie de frenesí que ellos llamaban entusiasmo (palabra que en griego significa "estar inspirado por los dioses"). Y comenzaban a danzar, a dar alaridos y a cantar. Con el tiempo, las danzas imitaron el proceso de la vendimia, por lo que fue menester realizar las fiestas a campo abierto, carca de las montañas, para lo cual la estatua de Dionisos fue representada por uno de sus sacerdotes, convenientemente adornado con todos los atributos del dios.
Las Ménades (es decir, las sacerdotisas) dialogaban con la muchedumbre a los gritos o mantenían controversias regocijantes. Estas danzas, estos cantos y diálogos burlescos fueron, en realidad, las primeras manifestaciones teatrales.

Un disfraz da origen a la tragedia

Un día se produjo una innovación: surgió un narrador o improvisador que refería pasajes de la vida de Dionisos o recitaba algunos ditirambos (composiciones poéticas en honor al dios). Pudo haber sido el corifeo - el que guiaba el coro- o uno de los integrantes de ese coro; lo cierto es que quien realizó esa tarea se disfrazó de sátiro, es decir, se vistió con pieles de macho cabrío. Fue está, posiblemente, la más remota de las formas teatrales y que da nombre al primero de sus géneros: la tragedia (en griego tragodia: de tragos, macho cabrío, y ado, cantar).

Un poeta con talento introduce el diálogo 

Allá por el siglo VI antes de Cristo, un poeta llamado Tespis introdujo el diálogo entre el coro y el corifeo, que recitaban alternativamente sus estrofas. De esta suerte apareció el actor que encarnaba el personaje de un héroe o un rey. Entonces, el teatro empezó a adquirir ciertas características propias: inclusive, surgió el maquillaje. ¿Su creador? Tespis, que hacía embadurnar el rostro de los actores con yeso, heces de vino, bermellón y cinabrio. 
Estas representaciones se hacían sobre precarios tablados, que no pasaban de ser una mesa junto al altar del dios. De la mesa se pasó a una plataforma y, finalmente, con planos de Anaxágoras y Demócrates, se construyeron teatros con graderías de piedra inspirados en los grandes estadios (el teatro de Atenas tenía capacidad para 17.000 personas, pero el de Efeso para más de 30.000 espectadores).

En Grecia, los teatros eran al aire libre, de forma
semicircular y por lo general se construían en la
ladera de las montañas.
El famoso teatro Epidauro, tal como se conserva en la actualidad


Tespis

Heces de vino
Cinabrio






Decorados y máscaras

El escenario se adornaba con sólidas columnas, estatuas de mármol o de bronce y elegantes frisos. En cuanto a los decorados, eran prismas triangulares atravesados por un eje y en cada una de las caras tenía pintado un motivo diferente conforme a los tres géneros teatrales de entonces: tragedia, comedia y sátira. También se usaba un telón. 
Asimismo, al primitivo maquillaje le siguió el uso de la careta o máscara, hechas de lienzo o de madera y que tenían por boca una especie de bocina para dar mayor amplitud a la voz. Estas caretas, con expresión serena, dolorosa o sería, representaban a los dioses, los héroes, las mujeres, los ancianos, etcétera. Además los actores trataban de aumentar el volumen y la altura de sus cuerpos rellenándolos con trapos o colocándose altos tacones (coturnos).

En el Museo Capitolino de Roma se conservan estos mosaicos
que representan una máscara cómica y otra trágica.
Los romanos imitaron a los griegos en el uso de máscaras escénicas.
Según algunos investigadores, había 25 tipos de máscaras trágicas,
blancas para los personajes femeninos y oscuras para los masculinos 


De la burla nace la comedia

Por aquel entonces, siglo V antes de nuestra era, los autores, con tal de hacer reír satirizaban a cuanta persona medianamente prestigiosas conocían: magistrados, generales, filósofos y demás Y de las canciones burlescas que les dirigían nació la comedia, representaciones donde la risa se lograba mediante la crítica satírica que se hacía a esos ciudadanos, aunque más de un autor pagó cara su osadía (el general ateniense Alcibíades, mencionado en una comedia de Eupolis, hizo aprender a éste y arrojarlo al mar).
Las presentaciones eran de muy larga duración, pues por lo común duraban todo el día, y la gente desfilaba hacia el teatro llevando no sólo sus almohadones (los asientos eran de piedra) sino también sus meriendas, aunque a los pobres se les solía repartir comida gratuitamente en los tiempos de Pericles. Los gastos que demandaban el sostenimiento del teatro eran sufragados por los coregas, gente pudiente que mantenía a los integrantes de los coros. 

Eupolis


El actor: un señor respetable

Los principales actores teatrales gozaban de gran consideración en los primeros tiempos, y no era raro que se los designara para ocupar altos cargos. Aristodemos, por ejemplo, fue nombrado embajador ante el rey Filipo de Macedonia; Espiro fue elegido senador, y Archias llegó a ser general. Además, los actores principales, los que debían encarnar los papeles de protagonistas, eran severamente seleccionados.

Los grandes autores 

Después de Tespis descolló Frinico, poeta ateniense que introdujo los personajes femeninos en las tragedias. Pero la perfección del teatro griego se inició con Esquilo, a quien se conoce como el padre de la tragedia, autor de más de 70 obras. Sin embargo, en el año 458 antes de Cristo, Esquilo fue vencido en un certamen teatral por un joven poeta de gran educación y belleza física llamado Sófocles. Este escribió más de 123 dramas, algunos de los cuales se representan todavía en nuestra época ("Edipo rey", "Electra", "Antígona", etc.). Por último figuran Eurípides -con quien encontraron en el teatro los sentimientos humanos: el amor, la duda, la mordacidad -y Aristóganes, poeta satírico, maestro en el arte de hacer reír. Después de el comenzó la decadencia de ese teatro que había nacido de las desordenadas ceremonias que realizaban los simpatizantes de ese dios alegre que era Dionisos. Pero como estaba destinado a vivir, se proyectó hasta nuestro tiempo.




Esquilo, Sófocles y Euripides.

Aristóganes 

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